jueves, 14 de febrero de 2008

Meditación Suprema


Inició la práctica de una disciplina de meditación aprendida de un voluminoso libro de una secta religiosa oriental. La obra la compró para tener opción de lectura al montarse en un avión en el Aeropuerto de Estambul. Los primeros conocimientos los obtuvo precisamente en la lectura de ese largo viaje, llevándolo a tal interés que no pudo dejar de leerlo al terminar el vuelo y así lo continuó en el chequeo de migración, luego en el taxi y así en la habitación del hotel, hasta terminarlo justo dos horas antes de una conferencia sobre medicina nuclear que presentaría en un congreso de adelantados colegas en una ciudad del interior de Japón.

Su preocupación no podía ser mayor. La exposición, aunque la dominaba, había programado revisarla durante las nueve horas de anticipación con que llegaría al hotel. A la hora de la presentación se le introdujo una intranquilidad inusual que le permitió poner en práctica algunos conceptos aprendidos en dicha lectura. Pronunció una extraordinaria conferencia que fue alabada por todos los de la universidad y por los médicos asistentes. Una famosa revista de alta medicina le solicitó, incluso, los derechos de autor para publicar la conferencia. Por ese conecpto le aseguraron una cuantiosa suma de dinero.

- Fue un éxito- comentó para sí.

Era un conferencista de experiencia, pero nunca había obtenido tantos reconocimientos. Fue un laureado estudiante y un premiado profesional. Hacía de su profesión un hobbie; era un perfeccionista en todo lo que se inmiscuía. Su pasión por medicina competía sólo con su afición hacia la buena música, sin ser un profesional en ésta, pues vivía de la medicina. Había acumulado un conocimiento tal y tenía una perfección en su oído que eera capaz de confundir a cualquier aficionado cuando compartía experiencias con maestros de la disciplina. Cada nota en cada tiempo era su obstinación; en ese sentido era capaz de calcular incluso su duración. Se le conocía como un cultivador de esa cultura y siempre estaba actualizándose. Tenía tantos amigos músicos como médicos y asistía a tantos conciertos que algunas veces no sabía cuál le gustaba más. Héctor Berlioz, Giorcchino Rossini y Johannes Brahms eran sus preferidos, pero reconocía la profundidad de Mozart y Beethoven, el Danubio Azul de Strauss lo pitaba con una perfección asombrosa, y una vez The Honover Band, cuando era dirigida por Roy Goodman, le permitió interpretar El Barbero de Sevilla, de Rossini, obteniendo 8 puntos de 10 del concilio de maestros y un 10 de 10 en un grupo de aficionados.

Ahora llegaba a una nueva pasión. Los resultados de aquel libro fueron obvios. Lo tomó de nuevo y lo ley♀ con detenimiento, poniendo en práctica algunos de sus nuevos conocimientos. En todo era un perfeccionista apasionado'; en esta nueva pasión no parecía que acturaría distinto, pues se le veía la misma fuerza que con la música y la medicina.

El método sobre meditación y dominio mental del cuerpo fue puesto en práctica a diario; las jornadas fueron largas. Ayudado por sus conocimientos sbore las interioridades del cuerpo, se aprendió las direfentes formas de las posiciones para relajar el cuerpo y mejoró algunas como la posición vertical, sentado con sus piernas entrelazadas. Sin embargo, la que más le acomodaba y de la que ovtuvo mejores resultados fue la de forma horizontal, boca arriba, con el menor contacto de la espalda sobre la cama, con un apequeña inclinación de su cabeza enlazando los dedos de sus manos y colocándolos a la altura de su vientre.

Como su objetivo era siempre la perfección, utilizó sus conociemientos édicos y musciales para obtener resultados óptimos. Llegó, incluso, a unirlos en una sola disciplina. La medicina la utilizó para poner en práctica todas las partes de su cuerpo con su mente. La música la adaptó como ambientador externo y estimulador interno a través de su perfecto oído; además tomó la perfección de notas en el pentagrama y su tiempo de entrada como un reloj de meditación.

Los ejercicios los comenzaba a tempranas horas de la mañana; hacía un reconocimiento corporal externo y comunicaba las partes más lejanas con su mente. Así iba trayéndola hasta llegar al punto exacto de la meditación. El relajamiento de los pies tenía el inicio en cada uno de los dedos, de ahí se pasaba al cuerpo del pie, al tobillo, a las piernas, a los muslos, uno a uno, hasta coincidir exactamente en la zona púbica. Así también se disminuía la tensión en todas partes; la espalda de manera ideal, interna y externa, hasta llegar a la cabeza. A tal extremo llegaba en la suspensión de la tensión que al final del ejercicio parecía estar flotando en su misma cama. Ese ejercicio lo repitió inumerables veces hasta dominarlo por completo. La inclusión de sus conocimientos médicos y musicales lo llevó a la obstinación; en lo interno hizo comunicación con todos los órganos cuyas características conocía de sobra. Así llegó a que la mente actuara en funciones involuntarias del organismo, controló la velocidad de la sangre, el timepo en que un estímulo llegaba al cerebro; aceleró la digestión, controló la inyección del oxígeno en la sangre; la aumentaba o la disminuía según su gusto. Un día llegó incluso a detener el corazón; lo puso a funcionar justo cuando no le hiciera daño al cerebro. Eso lo fue logrando cada vez en mayor tiempo, debido a su control sobre la cantidad de oxígeno en el cerebro.

Dominó el olfato, la respiración, el sueño y otras funciones vitales, algunas veces de manera individual y otras veces de manera colectiva, y cada vez en mayor grado. Cuando combinaba muchos órganos utilizó siempre el oído para medir el tiempo, conjuntamente con una ambientación musical que le permitía tener contacto con el interior; utilizó notas especiales de composiciones conocidas para despertar su suprema concentración.

La combinación de órganos cada día la lograba en mayor cantidad y tiempo. Un día logró unirlo todo y despertar justo al último compás del primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Otro día utilizó las Cuatro Estaciones de Vivaldi para romper el récord de concentración total, terminando justo cuando se daba la última nota del invierno.

Este día completó el ambiente externo perfecto, cubrió su cama con una sábana de seda e inició la concentración de todos su órganos con su mente, y lo hizo con tal precisión que sólo pudo escuchar, en un lugar que no era su cama, cuando la voz del cura de su iglesia decía : "Su alma estará acompañando al señor". Había un ambiente donde se oía un piano tocar y mujeres que gritaban. Terminó de escuchar el funesto sonido cuando cerraron un ataúd precioso "para su dueño".

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