sábado, 16 de febrero de 2008

De Al Gore a Balaguer




Desde hace décadas, se hacen esfuerzos con miras a lograr un plan global que oriente con interés la necesidad de ejecutar medidas para salvar el planeta ante el deterioro visible del medio ambiente y la secuela de indicadores que determinan con claridad que estamos acercándonos a una gran catástrofe.
El principal enemigo que han encontrado estas inquietudes, es el interés particular de las naciones, especialmente de las más industrializadas, frente al interés de todos, al interés del planeta, inducidos porque las normas de estos países se impone sobre el conjunto de naciones ante la debilidad de un marco jurídico global, casi inexistente.
En ese tenor, iniciativas como las Cumbres Sobre la Tierra de Brasil y Johannesburgo, así como el Acuerdo de Kyoto, han avanzado a pasos de tortuga, toda vez que los efectos producidos por el desmejoramiento del medio ambiente impactan cada vez con más rigurosidad, y la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global y la proliferación de fenómenos atmosféricos en lugares donde no son costumbres, causan estragos en la población, la economía y la vida misma de las especies del planeta.
Sin embargo, el interés mueve la acción y en los últimos tiempo, ante tragedias que tradicionalmente se han dado en países tercermundistas, hemos observado que grandes medios de comunicación, cadenas televisivas y grupos de determinadas influencias en el mundo han empezado a hacer causa común con las instituciones que siempre han llevado el mensaje de alerta sin que nadie les ponga atención.
En ese sentido, hemos visto cómo la academia de Hollywood, en la 79 entrega de los premios Oscares, hizo una producción con marcado interés ecologista y en su espectáculo, sus insinuaciones, sus presentadores y por sobre todo en las mismas premiaciones, trató de llamar la atención y hacer conciencia de lo que pudiera pasar.
De allí que el documental An Inconveninent Truth, del ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore, y la canción I Need To Wake Up, de la misma producción se llevaran los premios en sus respectivos renglones, poniendo en alerta a 800 millones de personas que se harían eco de las noticias que esto generaba.
An Inconvenienent Truth es un documental de vida, es un testimonio de una generación que ha sido testigo de la mayor destrucción ecológica, es un documento tan global como su propio propósito, donde el protagonista no es el ciudadano de un país en particular, es el ciudadano del planeta, que bien puede vivir en la India, en el Amazonas o en cualquier ciudad cosmopolita del mundo; que no tiene fronteras.
Y en ese documento no podía estar ajena La Hispaniola, la isla donde vivimos los dominicanos, y que compartimos con Haití; no podía faltar, porque -como bien lo fundamenta el señor Gore- no hay en el mundo un ejemplo más claro de dos grandes contradicciones: lo que se debe y lo que no se debe hacer con el planeta.
A partir del 1966, la nación dominicana, con pocos recursos pero con una voluntad política incuestionable, estableció un marco jurídico que, aunque débil, marcó el inicio de grandes propósitos.
En el 1967, el presidente de entonces, el Doctor Joaquín Balaguer, sometió al Congreso la ley que prohibía los aserraderos y las que proyectaban el fomento a la reforestación de nuestro país. Mientras esto sucedía en esta parte de La Hispaniola, la otra se debatía en convulsiones de políticas erradas y el ciudadano encontró en el bosque su medio de subsistencia, convirtiéndose en un depredador compulsivo de los bosques de ese país.
De igual manera, en la parte Este se creó la cultura ecológica necesaria, con la construcción de grandes presas y la protección de las fuentes que las alimentaban, razón por la que hoy aún tenemos ríos y agua para abastecer la creciente población, y a la misma república hermana.
Estas leyes, estos hechos y el enfrentamiento con intereses económicos establecidos que se alimentaban de nuestros bosques, viabilizó una regeneración casi imposible de imaginar, y nuestro país subió de un 8 por ciento de zonas boscosas a un 22 por ciento, nada comparable con ninguna otra nación del mundo y en contraste espectacular con la otra parte de la isla que hoy sólo tiene un 0.5 por ciento de bosques.
La República Dominicana hoy tiene una excelente ley de medio ambiente, con una Secretaría de Estado que regula el presente y futuro ecológico, en el marco de las regulaciones comunes a todo el planeta.
Sin embargo, fueron aquellas políticas las que nos preservaron el ambiente y podemos decir jubilosos ante el mundo que aunque se necesita mucho más esfuerzo, tenemos la voluntad férrea de lograr el equilibrio de supervivencia humana con la preservación de la naturaleza.
El poco tiempo que nos dedica el documental de Gore, es una eternidad como voz de los pequeños ante el mundo para lograr escucharnos en el marco de las dificultades que tenemos con Haití. Ese ejemplo casi instantáneo en ese documento que será un hito histórico es el principal testimonio de que tenemos que ser ayudados para poder ayudar al otro lado de la isla y regenerarse como lo ha hecho esta parte.
Y esto no sólo beneficiaría a la parte Oeste, sino a la isla completa y al planeta mismo, y nos permitiría -con un programa intenso de preservación de nuestras cuencas- asegurar el agua para ambas poblaciones en el futuro, con financiamientos blandos que fácilmente se pueden conseguir en los llamados Bonos Verdes, que se aprobaron en Kyoto hace ya varios años.
No podemos dejar que esta mención pase desapercibida. Debemos utilizar todos los mecanismos para hacer que nuestro país sea escuchado en esta dificultad del planeta que, en nuestro caso particular como isla, es de vital importancia.
El presidente Leonel Fernández, como voz internacional de nuestro país, debería reconocer el trabajo del señor Gore, utilizar el pequeño tiempo que nos proporcionó y hacer un llamado global para que el mundo vea que desde un país pequeño podemos poner nuestro grano de arena a la solución de un gran problema que no es de algunos, que es de todos.

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