viernes, 17 de mayo de 2013

cuento AMOR SIN FRONTERAS


Médicos sin fronteras

AMOR SIN FRONTERAS

Camile había pasado las navidades más felices de sus 20 años de vida.  Nunca había sentido la intensidad del amor,  y por primera vez su corazón palpitaba a mayor velocidad y su piel se engranujaba cuando Junior su amado la miraba y trataba de pronunciar su nombre en un idioma que él no dominaba, que no conocía y que no intentaría aprender.   

 —Para que quiero aprender francés? le dijo Júnior un día.  Total si te amo y ya se decir Je t'aime con esa gracia de quien cambia de pronunciación labial a gutaral,  y que no puede fácilmente expresar lo que siente, arrastró la e para decir— Je t'aime Camile.

 Junior era un joven médico de 22 años que realizaba la pasantía, cuyas características le daban un toque deferente a su rostro: de pelo y ojos muy negros, piel blanca y cejas copiosas.  Sus amigos decían que su toque era angelical, y aquellos que le envidiaban, decían que tenía un toque diabólico. 

Tenía gracia cuando hablaba, cuando miraba o gestionaba sus brazos, pero lo que más cautivó a Camile fue la linda forma en que bailaba.

 

 

                —Pareces bailarín en vez de médico.

—Lo soy—le contesto Junior con una mirada pícara, mientras daba vueltas sobre sí mismo en la pista de aquel club social de la Ciudad de Santo Domingo.

 Junior era de clase social alta igual que camile.

 Camile era una hermosa mulata, poseedora de una piel perfecta, de ojos color café de un tamaño impresionante.  Bailaba con gracia y hablaba el español con ese acento francés que cautivaba a Junior y todos los que la escuchaban, vivía en Port -a Prince y se estaba pasando las navidades con su padre, un empresario riquísimo de Haití y su madrastra, una bella dominicana apenas 10 años mayor que ella.

 Habían pasado ya 6 días desde que camile había regresado de Haití y Junior no dejaba de pensar en ella ni un segundo.  Tenía que buscar trabajo, pues ella era la mujer de sus sueños.

 Eran las 5 de la tarde del Martes 12 de Enero.  Acababa de salir del hospital donde laboraba, cuando al entrar a una estación de gasolina y al desmontarse sintió un pequeño mareo.  Miró a su alrededor y observó que la secretaria del edificio de la bomba expresaba muy exaltada:

—Tembló la tierra. Tembló la tierra.

—Yo lo sentí—dijo un transeúnte.

—Misericordia Señor!—expresó una anciana que vendía quinielas mientras se arrodillaba.

 Junior solo sintió un mareo, terminó de llenar el tanque de su vehículo y cuando se puso en marcha una vez más, escuchó en la emisora de radio de más rating una noticia que conmovió su corazón : acaba de ocurrir un temblor en Port a Prince de 7.4 en la escala de Richter, tenemos amenaza de Tsunami.   

Junior detuvo su carro y tembloroso marco el teléfono celular de Camile, para escuchar el siguiente mensaje:

"Lo sentimos todos los circuitos están ocupados".

Sin darse cuenta,  había pasado más de una hora allí detenido, tiempo en el cual Junior trataba de comunicarse con todos los teléfonos sin obtener resultados.  Luego de varios intentos, una amiga de Camile tomó el teléfono por unos segundos, y alcanzó a decirle que la ciudad estaba destruida, que era un caos total.  Y casi de inmediato se cortó la comunicación.

 Junior revisó el asiento trasero de su carro y allí estaba su bata de médico y su estetoscopio. Dirigió su vehículo hacia el oeste. Como de manera instantánea había cruzado más de tres ciudades. Mientras, sus pensamientos estaban enfocados en Camile.  Eran ya las 10 de la noche, cuando llegó a Jimaní,  la frontera más cerca de Port a Prince.

Las sirenas de las ambulancias se sentían en todo aquel poblado.  Los alcaldes de la ciudad de Santo Domingo, desde la República Dominicana, habían brindado su ayuda de manera espontánea y fue el país que tuvo la respuesta más rápida del mundo.

Junior se colocó su bata y sin pensarlo, se montó en una ambulancia que llegó desde Haití con varios heridos, cruzó la frontera con el mejor pasaporte: El pasaporte de la solidaridad.

—¿Cómo la encontraré?—Pensó a sus adentros.

Pero su mente repasó cada conversación de ella.

—Tú también bailas muy bien—le había contestado.

—He aprendido a bailar merengue de oídos, aunque mi padre no me deja.  Vivo al lado de la Escuela Nacional de Baile y la pista da a la ventana de mi habitación y desde allí observo. He aprendido un poco.

Junior después de recordar la conversación, tenía una pista de cómo llegar a Camile.  Tenía la esperanza de encontrarla viva y sana.  Estrecharla en sus brazos y besarla para demostrar su amor. Un amor que no tenía fronteras.

Eran las 2 de la mañana cuando llegó en una ambulancia a Port a Prince.

—Esta ambulancia ha estado transportando heridos, pero sin criterio.  Que bueno que hayan puesto un jefe.  Mi nombre es Efraín—dijo el chofer.

—Que bien, ¿usted habla francés?—preguntó Junior.

—No señor, francés no,  pero ese es el idioma de los ricos.  Aquí se habla creole. Y de eso yo se mi señor—dijo Efraín.

—Qué bueno! Pregunte donde queda el Conservatorio de Música. Y mi nombre es Junior. Que bueno que mi Dios me puso a trabajar con usted.

—A su orden mi señor.

—Hey, ¿por dónde queda el Conservatorio de Música?—preguntó en creole Efraín.

—No hay paso. Es bien cerca. Solo dos cuadras. Pero por ahí no quedo nada todo se derrumbó.

Junior ya estaba lloroso.  Y las escenas que dentro de la oscuridad se podían ver eran dantesca pero el sonido de dolor era más espeluznante.

—Tengo la misión de rescatar personas de esa área.

—Lo que usted diga señor, pero ya la ambulancia no llega más para delante.

—Bueno seguiré solo hasta llegar allá si tiene que regresar hágalo, que yo, si puedo, regreso en otro vehículo.

                —No mi señor, yo no lo dejo solo. Ambulancias hoy sobran. Mañana será un día grande.

Eran casi las 5 de la mañana cuando a pie y dejando la ambulancia a una cuadra. Junior llego a una montaña de escombros de lo que fue el Conservatorio de Música.

Al lado había una casa destruida, de lo que entendía era la casa de Camile.

—Pronto amanecerá. Doctor no sé en realidad que busca, pero yo lo ayudaré.

—Busco la mujer que amo.

Los rayos del Sol se hicieron sentir casi a las 6 de la mañana. Escenas de sangre, destrucción y dolor en lengua extraña a los oídos de Junior.

Subiéndose sobre los escombros, Junior gritaba desesperado: Se subió sobre los escombros

—Camile, Camile. Camile mi amor ¿Yo estoy aquí donde andas?

El dolor no dejaba escuchar nada. Con sus propias manos Junior quitaba escombros y a toda voz a todo pulmón gritaba “Camile, dónde estás?”  Efraín también preguntaba por Camile en creole.

Ya el Sol radiaba a plena capacidad y Junior no había parado de llamar a Camile sin obtener resultados.

 A las 11.30 Se mañana. Se sintió otro fuerte temblor y hubo un momento de silencio, durante el cual algunos escombros se movieron por si solos y se escuchó una voz débil que dijo: Junior mi amor, Junior.

Junior lo escuchó.

—Es mi Camile! Está aquí!!

Cuatro horas después a pura mano, y ayudado con unos troncos que estaban cerca, Junior logró liberar a Camile.  Estaba muy débil, pero estaba con un médico que la amaba. La montaron en la ambulancia y justo a las 5:00 PM, hora dominicana, cruzaban la frontera, al igual que el día anterior.

—¿Mi amor, cruzaste la frontera por mi?

—Si mi vida.  Para el amor no hay fronteras. Y si existe la frontera en el idioma, voy a aprender francés. Me quedaré a ayudar en tu país.

 Nueve meses después ya Camile se había recuperado de los golpes que recibió en el terremoto. Junior consiguió trabajo para una ONG internacional y trabajaba en un programa de control de malaria en un hospital donado por Cuba, ubicado al Norte de Haití.

Los padres de Camile habían muerto en el terremoto. 

Un amigo de los felices esposos, Camile y Junior, se presentó un día en la casa donde ellos compartían sus vidas, y cuando Camile lo vio en la puerta, presintió que algo malo sucedía.  Hacía varios días que no sabía Junior, quien se encontraba ofreciendo su ayuda en una zona rural, y en esos días el cólera acababa de anunciarse como epidemia en todo el país.  

Camile miró a el médico amigo de Junior cuando le llegó la noticia.

—Junior llegó muy enfermo al hospital ayer, estaba en una misión en las montañas, se infectó de cólera y se descuidó.  Llegó muy deshidratado,  en estos momentos estamos luchando por su vida.

—¿Dónde está mi Junior?  Ahora me toca a mí salvarlo.

Tomaron el vehículo, 40 minutos después Camile estaba en el hospital.  El cuerpo de Junior ya no tenía vida. Su cuerpo se había transformado y su ojos que aún no habían sido cerrados. Tenía la mirada perdida.

—No pude llegar a tiempo mi vida. No pude salvarte como tú a mí—Y cantó como lo hacen sus paisanas antes el dolor:

                               "El amor no tiene idiomas

Ni tampoco fronteras.

Pero desgraciadamente

Las enfermedades no tienen fronteras"

 Entonces se quitó la mascarilla sanitaria que tenía en su cara se acercó muy lentamente después de pedir a su amigo que la dejara un minuto a solas con el cadáver. Cuando la puerta se cerró   empezó a cantar como hacían las personas de su país ante el dolor, en francés y en español. Después de terminar varias canciones y llorar copiosamente su dolor,  se acercó a su boca de su amado y lo beso.  Permaneció con sus labios junto a los de él por un buen rato.  Y luego le susurró en español una canción, la cual había aprendido y traducido al francés también.

 

"Espérame en el cielo corazón”

 

Espérame en el cielo corazón

si es que te vas primero

Espérame que pronto yo me iré

Allí donde tú estés

Espérame en el cielo corazón

si es que te vas primero

Espérame en el cielo corazón

Para empezar de nuevo

Nuestro amor es tan grande

y tan grande que nunca termina

 

Attends-moi dans le cœur ciel

si vous passer en premier

Attendez, je vais bientôt

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